Por la cantidad de SPOILERS que contiene, se da por supuesto que se ha visto la película.
Desde el estreno en 1977 de la que más tarde sería conocida como Star Wars: Una nueva esperanza, la serie galáctica de George Lucas ha sabido ganarse a multitud de fans. Ya sea por esa trilogía original, por los efectos especiales de los que siempre ha hecho gala esta saga, o por la maravillosa banda sonora de cada uno de sus productos.
Desde el estreno en 1977 de la que más tarde sería conocida como Star Wars: Una nueva esperanza, la serie galáctica de George Lucas ha sabido ganarse a multitud de fans. Ya sea por esa trilogía original, por los efectos especiales de los que siempre ha hecho gala esta saga, o por la maravillosa banda sonora de cada uno de sus productos.
Porque Star Wars no es algo que
se reduzca únicamente a la gran pantalla y a las nueve películas que se han
estrenado hasta el momento. Esta saga abarca también multitud de historias que
hemos podido ir descubriendo en libros, series de animación, videojuegos… E
incluso, en algunos casos se nos presentaba una visión mucho más amplia de ese
universo que comenzaría a cimentarse sobre personajes tan icónicos como Darth
Vader, la princesa y posteriormente general Leia Organa, o aquel jedi, Luke
Skywalker, cuyo recorrido seguiríamos muy de primera mano.
Porque gracias a lo que conocimos
como el Universo Expandido, se dio pie a que nos internásemos en los más
oscuros secretos de esos misteriosos Sith, a descubrir el porqué de su famosa
Regla de Dos, o a analizar una filosofía que poco a poco parecía alejarse de
aquello de que los jedi eran, siempre habían sido y siempre serían los buenos
de la historia. Por eso, cuando George Lucas decidió vender la franquicia a
Disney, y la compañía anunció su intención de retomar la producción de nuevas
sagas, muchos agradecimos ese soplo de aire fresco que llevaba a indicar que
íbamos a tener mucho Star Wars para rato. Grandes noticias que se vieron
truncadas casi de inmediato cuando se dejó claro que la intención de Disney era
deshacer de un plumazo todas aquellas historias que nos presentaron a
personajes tan maravillosos como Mara Jade o Jacen Solo entre otros. Ya que a
partir de ese momento estas historias pasarían a formar parte de un universo
aparte no canónico conocido como Leyendas.
Por eso, personalmente, la
llegada del Episodio VII de Star Wars lo hizo como un jarro de agua fría. Puesto
que lo único que veía en ese Despertar de la Fuerza era un remake casi calcado
de aquella Nueva Esperanza del 77. Una historia a la que no le veía más
atractivo que un par de reencuentros muy esperados junto con algunos personajes
que llegaban con fuerza, y a quienes este nuevo rumbo de la saga galáctica no
parecía hacerles bastante justicia. Y entonces llegó el primer Spin-off de Star
Wars en forma de película. Un Spin-off que presentaba una historia que a nadie
le pillaría por sorpresa: el robo de los planos de la Estrella de la Muerte.
Una misión que había costado la vida a muchos bothans, como nos hizo saber Mon
Mothma en el Episodio VI de la saga.
Y aunque la historia cojeaba por
muchos lados, sobre todo por la ironía que parece desprenderse del hecho de que
la protagonista de la historia; el personaje más importante, sea la única mujer
que cuenta con más de tres escenas en toda la película, Rogue One nos dejó con
grandes momentos y con un planteamiento mucho más maduro de lo que estábamos
acostumbrados a ver en Star Wars. Porque los buenos, los personajes
principales, no siempre tienen porqué acabar con ese final agradable. Ni
siquiera tienen porqué salir con vida de su misión suicida.
Y entonces llega Star Wars VIII:
The Last Jedi. Una película que, a pesar de aparecer justo después de ese final
tan lógico y al mismo tiempo sorprendente de Rogue One, daba la sensación de ir
a convertirse en otra copia descarada del material de la trilogía original. Y
sin embargo, lo maravilloso de The Last Jedi es, precisamente que sabe
aprovechar todas las quejas y críticas negativas que había ido recogiendo su
predecesora, el Episodio VII, y utilizarlas en su favor. Y no solo eso, sino
que, además se basa en algunas ideas que, si bien es cierto nunca habían
llegado a quedarse fuera del canon oficial como tal, aparecían en algunas de aquellas
historias que habían pasado a llamarse Leyendas. Apuntes que el mismo Rian
Johnson se encargaba de destacar a través de su cuenta de Twitter.
Sin embargo, de nuevo volvemos a
encontrarnos con una película que recoge opiniones igual de dispares, y que no
parecen ir a ponerse de acuerdo en poco tiempo. Porque lo que para unos ha sido
una gran película, capaz de situarse, si no por encima de alguno de los
Episodios de la trilogía original, sí a su misma altura; para otros no ha sido
más que un producto que peca de considerarse canónico de Star Wars. Y como
viene intuyéndose, servidor es de aquellos que consideran que, gracias a Los
Últimos Jedi, he vuelto a hacer las paces con esta saga galáctica que tanto me
ha aportado. Y ahora es cuando toca explicar el porqué de esta reconciliación
metafórica.
Uno de los puntos que más se ha
criticado de este octavo Episodio es ese “exceso” de humor que hay quien
considera innecesario. Algo que se ve desde el primero momento con esa escena
de Poe Dameron provocando descaradamente a un general Hux, cuya autoridad como
uno de los líderes de la Primera Orden acaba totalmente por los suelos. Un
inicio, que da pie a una batalla espacial de lo más épica, con Poe maniobrando
su Ala X de manera espectacular y que, por primera vez, no solo presenta a
pilotos varones en plena acción. De hecho, si hay algo que destaca precisamente
de este enfrentamiento, es la epicidad que desprende Paige Tico; la encargada
de protagonizar una secuencia de lo más impresionante; bombardear el Acorazado
Estelar, objetivo final de esa misión de la Resistencia encabezada por Dameron.
Más tarde, la película volvería a
hacer gala de ese humor que parece no haber gustado a todo el mundo, saboteando
intencionadamente la escena final de El Despertar de la Fuerza. Esa que el
mismo Mark Hamill ya se había encargado de representar en varias ocasiones, siempre en clave de humor, y que, hasta ahora, parecía
indicar que contaría con un discurso o, al menos unas palabras por parte de
Luke hacia esta nueva y joven aprendiz de Jedi, Rey. Porque es aquí donde
aparece uno de los zascas que Los últimos Jedi se reservaba para El Despertar
de la Fuerza. Por otra parte, si esa tensión que nos había prometido la escena
en sí del film dirigido por J.J. Abrams se venía completamente abajo de un modo
casi satírico, Rian Johnson no parece buscar ofender de ningún modo con el
resto de escenas pensadas para divertir al espectador. Es decir, en esa
apertura de Los Últimos Jedi, no se observa malicia alguna por parte del
director hacía los fans de Star Wars, como sí lo hace la famosa escena del
encuentro de Rey con Luke.
Otra de las claves que también se
ha criticado es aquella que envuelve la trama referente a la misión de Finn y
Rose de infiltrarse en la nave insignia del Líder Supremo Snoke para así dar
una oportunidad a los supervivientes de la Resistencia de escapar de las garras
de la Primera Orden. Una serie de críticas que se centraban sobre todo en Rose Tico
y en lo “intrascendente” de este personaje. No obstante, el personaje
interpretado por Kelly Marie Tran tiene uno de los papeles más importantes de
la película: por una parte, dar mayor visibilidad a la mujer dentro de un
universo que, hasta ese momento contaba con un número tan limitado de
personajes femeninos, que podían contarse con los dedos de una mano. Por otra,
introducir un personaje que, aun teniendo tanta fuerza como Rose, con una
entereza que le lleva a ser capaz de renunciar a uno de lo únicos recuerdos que
le quedan de su hermana recientemente fallecida -en pro de la defensa de las
ideas de esta y del éxito de su plan-, se aleja de esa lucha entre Lado
Luminoso y Lado Oscuro en la que, al final, suelen derivar todas las tramas de
Star Wars.
Y esto desemboca en las quejas derivadas
de la trama per sé protagonizada por Finn y Rose. Un hilo que presenta una
misión a la desesperada encabezada por una encargada de mantenimiento de la
Resistencia; y un exsoldado de la Primera Orden cuyos éxitos más notables
parecen reducirse a haberse cruzado en el camino de Dameron y de Rey, así como
a haber desertado de ese nuevo Imperio.
Porque, como puede intuirse,
ninguno de estos dos tiene demasiada experiencia en una tarea tan importante
como pueda ser convertirse en la opción desesperada de la Resistencia. Y
precisamente aquí es donde se encuentra parte de la importancia de este grupo
de héroes recién convertidos. Porque se trata de personas cotidianas. Personas
totalmente alejadas de ese estereotipo de “Elegidos” para salvar el mundo o
futuros salvadores de este, como puedan ser Luke Skywalker o Rey; algo de lo
que se hablará más adelante, y que Johnson ya se encarga de desvirtuar a través
de otra serie de golpes importantes a los cliffhanger propuestos por El
Despertar de la Fuerza.
Pero volviendo a este acto
protagonizado, primero, por un personaje que se encarga prácticamente de ir
detrás de Rey y por otro, totalmente desconocido hasta este Episodio VIII,
queda la discusión que surge del hecho de que su misión en solitario es algo
completamente inútil y prescindible. Porque, de acuerdo que en un primer
momento pueda llegar a sonar bien conseguir algo de tiempo para facilitar el
escape de la Resistencia, de las fuerzas de la Primera Orden; pero a medida que
avanza la trama nos vamos sumergiendo en una historia escrita para ir
encariñándonos con Finn y con Rose y para ver cómo estos dos van conociéndose
poco a poco de cara al espectador.
De hecho, al analizar esta parte
de la trama de Star Wars: Los Últimos Jedi, es muy sencillo ver que la decisión
de ayudar a la Resistencia no va sino a acarrear más problemas de los que
podría haber solucionado. Ya sea por la traición al estilo Lando Calrissian, o
por el hecho de que la captura de Finn, Rose y BB-8 no sirve sino para alertar
al enemigo del verdadero plan de los líderes de la Resistencia.
Un hilo de la trama que sirve
para rehacer la idea que pudiéramos tener de Star Wars. Esa idea de que los
planes, por desesperados que pudieran parecer, siempre acababan teniendo éxito
en este universo galáctico. Esa idea de que en Star Wars todo tenía que ser
blanco o negro, bueno o malo; y que cuando aparecía un personaje como
Calrissian, capaz de vender a Han Solo, así como traicionar a los Rebeldes y
servírselos en bandeja a Darth Vader, al final acabaría mostrando sus
verdaderas cartas y convirtiéndose en uno de los más eficientes líderes de esa
Rebelión. Porque es DJ, el personaje al que da vida Benicio del Toro, el
encargado de ir dejando caer esas migas de la discordia durante cada una de sus
escenas. Ya sea en el momento en que deja claro que no trabaja gratis por
ninguna causa, o en esos momentos en los que intenta hacer ver a Finn, no solo
que unas veces se pierde y otras se gana, sino que, al final, en la guerra todo
vale. Y lo que uno considera un mal a eliminar como pudieran ser los
traficantes de armas de Canto Bight, puede acabar convirtiéndose en los
salvadores de la Resistencia. En aquellos dispuestos a jugársela a la Primera
Orden y vender armamento, tanto a estos, como a aquellos dispuestos a enfrentárseles.
Y si hasta ese momento todo aquel
que estuviera viendo la película tenía por seguro que el improvisado plan de
Poe, Rose y Finn iba a resultar exitoso sí o sí, Johnson se encarga de darnos
un tortazo de realidad y deja claro que no todos los planes tienen porqué
acabar bien. Una bonita analogía entre esta misión y aquella con la que
comienza la película, donde, a pesar de los resultados, se pierden más vidas de
las que podrían haberse salvado. Algo que la película ya se encargaría de usar
como predicción para ese desastroso final de la misión de Rose y Finn.
Por otro lado, también se ha
hablado mucho de que en esta ocasión toda la trama viene motivada por una
historia que se centra en la Resistencia abandonando sus naves sin combustible
mientras lucha por mantenerse fuera del rango de tiro del crucero de la Primera
Orden. Una especie de carrera contrarreloj que viene a alejarse, de nuevo, de
ese Star Wars que muchos conocíamos. Pero es que este es otro de los grandes
aciertos de la película; introducir algo completamente nuevo en una saga que,
como puede apreciarse con Star Wars: El Despertar de la Fuerza, peca casi en
exceso de conservadurismo. Una saga que parecía temer mostrar algo distinto, o
dar un salto, por pequeño que fuera, en otra dirección por miedo a ofender a
los fans.
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